21.9.09

Ahora, cuando aun no es hora, la Morena.

"Quiero ver amanecer, pero del otro lado ver amanecer, pero que alguien se quede aquí para saber si yo sigo vivo."

Caminando, caminando, con la frente en alto, cabeza en blanco y mente marchita, hacia la morena siempre hacia la morena.
El camino no se acababa, era un camino de los que me exigía avanzar o retroceder, camino que si no lo hacía yo, avanzaba por si solo y si quería retroceder debía de luchar contracorriente, sólo para no vivir lo nuevo, porque a lo nuevo le tememos.

Tropezando, cayéndome y avanzando de espaldas, cayéndome y aterrizando en el pavimento, con la boca sucia, hablándole a la morena, siempre a la morena.
Con tiernas palabras nuevas, que se desprendían sin conocerlas, sin antes haberlas tenido, que emanaban cual humo en un incendio, incendio de ideas, tremendo siniestro.

Andando, a paso firme, ligero, pleno, acelerado, dándole doble al derecho y el izquierdo que quiere ceder, cual imán que se pega al suelo, talón que se queda quieto, pateando a la morena, siempre pateando y pateando a la morena.

La morena atada a su fiel sediento, alma caliente que yace atada junto a su cuerpo, cuerpo azotado lleno de heridas, sangre que cuela entre poros y calor asfixiante, frío secante.
Pero viene la divina comedia, viene la ley echa orden, la ley promulgada y obligatoria, ley que viste de cuero y punta de plata y está azotándole, desgarrando y desgarrando a la morena, siempre a la morena.

Entonces la morena se sienta, va a dormir para siempre, a la morena le duele el vientre, la morena no cree que él, su Señor mienta. La morena acepta su sentencia, ya se le está poniendo el mundo en matices, ya a la morena se le siente la ausencia.
Caramba, otra vez han matado a la morena.