22.2.10

Estas son mis credenciales, no hay males que duren más que yo.

Empiezo aclarando que no la dejé de querer en ningún momento, aún se me mueve la vida cuando me lleno de sus pensamientos pero así lo decide el cosmos por nosotras.

Polvo de ceniza que anda caliente y calcinante, es eso lo que cubre mi corazón y lo hace pesado como de plomo, por eso necesito dos manos más que me ayuden a cargarlo. ¿Dónde encontrarlas? Ahora es que me doy cuenta de que gente que vale la pena como para ayudarme a sanar no hay mucha.

"Ahora que te amo más alla de lo irreconocible, intento descifrar en tu mente cuántas soluciones caben de lo posible y de repente también admiro eso, lo felizmente incompatible"

Llévame al fondo del mar, en donde el frío mate sentimientos, ahí donde duermen los cangrejos. Yo gentilmente puedo bajar con un traje de buceo y ese tubito que de rato en rato si me distraigo, me hace tragar agua salada, la que baja hasta mi corazón y lo quiere cicatrizar. Voy con esas aletas que para qué, son de gran ayuda para avanzar porque quisiera ser un pez y no perderme en este mar.

No, no hay forma ni justicia en romper así un corazón.
¿Dónde está la culpa? ¿Dónde está el culpable?

Sentencia: Dolor perpetuo.
Jueza: La Vida.
Juzgado: Del tiempo.
Penal: De los dramáticos.
Culpable: Órgano inanimado.

Échame a mí la culpa de lo que pase, cúbrete tú la espalda con mi dolor.
Raramente aquí nadie tiene la culpa de enamorarse.

10.2.10

Mientes

Déjame escribirte con estos escalofriantes escrúpulos, que aunque tengo.. pienso en qué querré pensar tener ayer. Déjame ensuciarte la boca con la miel indomable, esa que me supedita a tus besos color carne y ternura tremendamente maldita.

Tengo un lado de mí que ama la incesante voz del despertar y no querer volver a dormir. Abre la lata de atún que empapa hasta mi almohada de ese grito de mar que llevo dentro de ti en esa divina mente influenciada por mí.

Cuando Diógenes vio ese campo de mi cara de marte supo que en este planeta se está acabando el agua, de seguro estaba asustada de ver mis lágrimas cuarteadas cayendo por ese rostro incandescente lleno de canela y ají en polvo color fluorescente.

Tú que puedes hacer ver a un ciego, oír a un sordo y sanar al marihuanero... ¿podrás en mí picar cebolla sin hacer que lágrimas caigan sobre tu algodón de arroz y azúcar? No tengo hambre, pero ansiedad de ti tal vez. Ansiedad de comer sobre tu pecho color astronauta llevado a la gloria del cielo por el sonido de una enigmática flauta.

Mientes en esa mente inaudita llenada hasta el tope de presentes corrientes.