9.4.10

La obscuridad mató al mentiroso

Y escribir sin concordancia alguna; si la comida llama por el color, la obscuridad llama por el dolor. Siento que escribo chueco, ¿y si todo esto solo lo pensé? Eso es lo bueno de los apagones, nos destinan a lo que nunca debió ser.

Llevo en el pecho algo grave, como si de mi pecho no se tratara, como si esa silla no estuviera ahí bien sentada con sus patas, como si Irma no estuviera estudiando con una vela. Y yo escribiendo ciegamente, tiernamente pobre y a mano alzada, tibia y se va enfriando, suave y se va azperando, versos que no puedo corregir.

Textos del pasado con tiempos del presente, un reloj atrasado que asusta a la gente, almohadones en el piso y centinelas gobernando, un traje cobrizo para hacer el amor con Armando.

Bayuya me significa, siempre me hace significar, hace que signifiquemos, adopta cuerpo solitariamente y mata, de vibraciones mata, de versos lascera, de almas mi control remoto es. Es.


Me apuro; corro despacio, escribo rápido; amo rápido y sueño lento; me desvisto lento y me enamoro del diablo. Me ato las muñecas, empiezo a ceder, caigo, me muevo y recibo órdenes, órdenes desesperadas que esperan que yo responda y así es, porque amo servir, servirte, servirme.

Y empiezo a sentir frío, a consolar penas, a rayar cuadros, a conocer mis escapes.
¿Quién espera que yo de mi lengua hable? Si es el músculo más fuerte de mi cuerpo, ¿por qué hoy no puedo levantarme?

Vuelve la luz y no vuelves nunca, no vuelves siempre y aquí está lo que escribí. Hoy puedo cerrar los ojos, imaginar mis pestañas para mis adentros, y encontrarte en carne y hueso, aún entero y sin corazón, oir que me amas, tocar la llema de tus dedos y eternizar tu piel.