Y he de vivir aquí,
aquí para demostrarte todo lo que siento,
porque este tormento de demencias partidas ya no quiere ceder.
Y he de mostrarme así,
así para descubrir en tu extraña amargura ,
cuánto amor me tienes, cuánto más que yo, me quieres.
Y he de reírme así,
así para que nuestros versos bailen juntos,
para que después de las treinta lunas llenas
mi corazón y el tuyo vayan a nadar a ese mar dulce de la mano.
Y he de tocarte así,
así porque mis manos son el mejor mensajero de mi cuerpo,
son quienes mejor podrían conocerte excluyendo mis labios,
desde luego.
Y haz de mentirme así,
con esa insaciable e incandescente,
con esa admirable pero inocente,
gran sonrisa que en mi universo se dibuja con falsa admiración.
Y haz de morir por mí,
porque detrás de tu sobriedad hallo yo,
el apartante sonido de tus besos,
el último suspiro al oído,
el no quiero seguir más sin ti.
Y haz de precipitarte a mis manos,
a esos no pulcros tan provocantes dedos,
a ese “sí pero no” que te dicen mis senos,
a ese vive conmigo todos tus desvelos.
Quiero verte desnudarte por completo,
quiero que me muestres tu sinceridad, tu cara sin el velo,
quiero que me dibujes un cielo de ilusiones en el cuello,
quiero, que me ames tanto como yo a ti te anhelo.
Puedo, entonces, pedirte una muestra de pubertad,
un sí a los impulsos que más nos unen,
un ayer a las dos noches que nos quedan por la edad,
un estrepitoso pero alarmante “siempre”,
una lágrima que esté corriendo por tus adentros,
un grito desentrañado de tu locura,
un perdón que volca de tus lamentos,
un “vuelve” perdido en suspiros latentes,
un respiro tristemente caliente,
un último beso que no me deje olvidar cómo se siente,
cómo me sientes, cómo te sientes.
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