En este momento quiero escribir sobre Pertenencia. Aclaro que escribo esto con el sentimiento de no saber a dónde se pertenece y sabiendo que mi corazón es un péndulo entre ella y la calle.
Separemos pues, la infinidad de números en dos posibles conjuntos conocidos; imaginarios y reales. Nótese que toda teoría matemática ha demostrado ser transitoria y hoy el cero {0} se considera par.
Ubiquémonos (seres humanos) en los imaginarios pues desde ya, somos complejos.
Si bien polos opuestos se atraen podemos recurrir fácilmente a que en caso de que seamos nosotros {0}, es decir un número real haciendo la excepción, “k” (la constante que es invariable) no pertenece a los irracionales, ya que sabemos se halla en los naturales enteros racionales reales.
Pues promulguemos a lo más importante en forma de “k” y recurramos a ponernos en el lugar de los reales ya que así podemos advertirnos más rápido de la ecuación.
Mencioné que polos opuestos se atraen, es decir, que un número no pertenece al otro con signo inverso, en esto concluyo en que {1} no pertenece ni está incluido en {-1} y viceversa. Así podemos darnos cuenta fácilmente de que no nos pertenecemos los unos a los otros y menos aún cuando nos atraemos.
Posiblemente podamos derivar los números imaginarios o complejos en algún momento pero, ¡espera!, yo no quiero ser un corazón en deriva, entonces ¿qué hacer?
No podemos establecer razones claras ya que si hacemos una razón de cuatro a dos en cuanto a los números imaginarios, posiblemente podamos incluso hasta racionalizar y obtener una relación pero, siguen siendo imaginarios así que no perdamos tiempo ya que solo obtenemos una relación inversamente proporcional o directamente viable aunque en otro caso, atreviéndonos a simplificar valores complejos, nos quedamos con números reales con origen complejo-imaginario y esto no me parece lo mejor para el problema.
Un número imaginario no es racional, es decir, en mi opinión, tampoco es razonable ya que si pensamos en nosotros mismos, no somos razonables vistos desde un punto de vista matemático-existencialista como debe de ser en este momento.
En cuanto hallamos una ecuación con una constante “k = <-oo; oo+>” tendemos a pensar en que, como me dijo un gran amigo, esta sería la constante del amor, o sea la vida, o sea el cosmos, o sea la persona a la que se quiere y se ve como motivo de vivencia absoluta en el momento más difícil.
Pero, ¿qué hacer cuando la constante de mi vida no está respondiendo y se está viendo inmersa en el conjunto exterior a lo conocido? Pues dar impulso al péndulo hallado en mi pecho. Explíquese esto de una mejor manera, pensar en que la constante ha desaparecido y ha decidido alejarse paralelamente porque aún se piensa en el otro, que se le ha auspiciado de números inhóspitos y calcinantes con los cuales nos encontraríamos en diversos puntos críticos y quedémonos entonces con los mayores e iguales a cero, porque no hay cómo quedarnos sin nosotros, a pesar de no tenernos considerémonos igual como un punto cerrado en la recta.
No puedo concluir con esta ecuación. No puedo intentar descifrar el sentimiento de angustia y el de deseo, es por esto que nos hallé en los complejos, porque si de alguna forma podemos plantear ecuaciones, no plantearé una que no pueda ser resuelta ni por la vida misma. Quedémonos con que “k” no pertenece a {0} y “Amor” no es un conjunto vacío ya que se encuentra “k” dentro de él.
30.6.10
19.6.10
Quien no le puso el nombre, fue más importante de lo que hubiese creído.
Creo que nunca hubo un día tan desafiante para Bartolomeo Ólmipus Desdeiré como el 02 de Noviembre de año 2008.
Quién hubiera dicho que en la misma calle, en el mismo barrio y en el mismo país estaría su hermano gemelo.
Leopoldo Umazán Ferqués fue arrancado de los brazos de su madre luego del nacimiento, la cara oculta del poder lo reportó como muerto para cubrir la muerte de otro bebé, heredero a varios millones de dólares de la mafia más grande habida en su cauteloso país.
No solo en Bagdad suceden estas cosas, inclusive, suceden todos los días frente a nuestras propias sucias caras. La verdad es que de no haber sido rico Leopoldo Umazán Ferqués, hubieran estado ambos en la misma situación de robar y matar a cambio de dinero, el fin justifica los medios, dicen.
Ludovica Tamames Gutiérrez ya tenía listo el nombre de su primogénita, lo raro es que ella nunca deseó una. Ella, era hija de padres huérfanos ambos, qué coincidencia, coincidencia también que hubiera aparecido en la tienda de platería en la que Leopoldo Umazán Ferqués realizaba su misteriosa y cotidiana operación "terobolacajita". Este entraba pidiendo limosna a la vendedora, sacaba un arma y silenciosamente y con sutileza se llevaba el dinero de la pequeña caja de ventas.
Nadie dice que uno debe de estar en su casa todo el día, la verdad es que es ilógico que andemos pensando en que se nos va a aparecer la Coincidencia en persona.
Ludovica Tamames Gutiérrez entró con el propósito de pedir la limosna que Leopoldo Umazán Ferqués supuestamente quería, y pues claro que lo que quería era dinero, dinero sin consentimiento de nadie.
Ella era una muchacha joven. Cuando vio a la viejita de la tienda temblando de pavor no tuvo otra reacción que gritar "¡Fuego!". Leopoldo, asustado, dirigió el arma hacia la vendedora y le disparó. Para salir de la tienda necesitaba pasar por sobre Ludovica así que no tuvo otra opción que molerla a balas también.
Leopoldo Umazán Ferqués salió corriendo de la joyería, dobló la esquina y se percató de que aquel hombre de la basura, el mendigo de la cuadra, lo estaba persiguiendo y vaya que tenía buen físico.
En el acto, Leopoldo chocó estrepitosamente contra Bartolomeo Ólmipus Desdeiré. Ambos, se quedaron anonadados con el parecido que hallaron entre ellos, es así que el señor de la basura golpeó fuertemente a Bartolomeo (por equivocación) y cuando lo hubo tumbado y dejado inconciente, llamó a la policía pues ya el otro hombre había largado.
Es posible que de no haber muerto Ludovica y Plácida Ocampo Torres, la cajera, mi vida hubiera sido de lo menos triste.
Luego de que encarcelaron a Bartolomeo Ólmipus Desdeiré, mi esposo, padre de 8 niños, no volví a presenciar otro cuerpo de varón desnudo, esto, porque a mi esposo le soy y seré fiel hasta que el cosmos decida que en cuanto a mí concierne, sea feliz.
No hubo más abrazos desesperados, ya no nos pudimos abrazar el corazón. Era aterrante el abrazo de tres que me acompaña desde ese oscuro día en la cárcel de Puajní; él, la reja y yo.
Hay días en los que la coincidencia se muestra como la mejor compañera de travesuras de ácida piel, días en los que decir gracias no basta y en los que un te quiero no quiere significar más que un solamente te amaré desde mis adentros. Pero hay sueños como este en los que solo existe un tipo de coincidencia, la coincidencia de morir y seguir viviendo, de sonreír y no estar sintiendo.
Ayer se probó que Bartolomeo Ólmipus Desdeiré no fue el asaltante de aquella joyería. Hoy 20 de Junio del año 2010, faltando nada más que un mes para su liberación, puedo decir que he vuelto a sentir como lo hacía antes de aquel día. Siento mariposas en la panza, no tengo ganas de comer porque ya se me ha inundado el pecho de besos guardados, yo solamente espero que cuando él esté aquí, nos vivamos como ya lo hemos hecho con la mirada en ese cuarto gris que a pesar de frío, volvimos al color de carne y deseo. Y uno tome la mano del otro, en un afán de ceder-ceder, en un deseo de ganar-ganar, pero no ganar más que a nosotros mismos, y después de encontrarnos en esa discrepancia de almas gemelas, besemos heridas que ya queremos y empezamos a ignorar.
Porque una imagen desplaza a otra, un beso suyo/mío desplazará todas mis/sus heridas y con un grito en carne viva te amaré.
Quién hubiera dicho que en la misma calle, en el mismo barrio y en el mismo país estaría su hermano gemelo.
Leopoldo Umazán Ferqués fue arrancado de los brazos de su madre luego del nacimiento, la cara oculta del poder lo reportó como muerto para cubrir la muerte de otro bebé, heredero a varios millones de dólares de la mafia más grande habida en su cauteloso país.
No solo en Bagdad suceden estas cosas, inclusive, suceden todos los días frente a nuestras propias sucias caras. La verdad es que de no haber sido rico Leopoldo Umazán Ferqués, hubieran estado ambos en la misma situación de robar y matar a cambio de dinero, el fin justifica los medios, dicen.
Ludovica Tamames Gutiérrez ya tenía listo el nombre de su primogénita, lo raro es que ella nunca deseó una. Ella, era hija de padres huérfanos ambos, qué coincidencia, coincidencia también que hubiera aparecido en la tienda de platería en la que Leopoldo Umazán Ferqués realizaba su misteriosa y cotidiana operación "terobolacajita". Este entraba pidiendo limosna a la vendedora, sacaba un arma y silenciosamente y con sutileza se llevaba el dinero de la pequeña caja de ventas.
Nadie dice que uno debe de estar en su casa todo el día, la verdad es que es ilógico que andemos pensando en que se nos va a aparecer la Coincidencia en persona.
Ludovica Tamames Gutiérrez entró con el propósito de pedir la limosna que Leopoldo Umazán Ferqués supuestamente quería, y pues claro que lo que quería era dinero, dinero sin consentimiento de nadie.
Ella era una muchacha joven. Cuando vio a la viejita de la tienda temblando de pavor no tuvo otra reacción que gritar "¡Fuego!". Leopoldo, asustado, dirigió el arma hacia la vendedora y le disparó. Para salir de la tienda necesitaba pasar por sobre Ludovica así que no tuvo otra opción que molerla a balas también.
Leopoldo Umazán Ferqués salió corriendo de la joyería, dobló la esquina y se percató de que aquel hombre de la basura, el mendigo de la cuadra, lo estaba persiguiendo y vaya que tenía buen físico.
En el acto, Leopoldo chocó estrepitosamente contra Bartolomeo Ólmipus Desdeiré. Ambos, se quedaron anonadados con el parecido que hallaron entre ellos, es así que el señor de la basura golpeó fuertemente a Bartolomeo (por equivocación) y cuando lo hubo tumbado y dejado inconciente, llamó a la policía pues ya el otro hombre había largado.
Es posible que de no haber muerto Ludovica y Plácida Ocampo Torres, la cajera, mi vida hubiera sido de lo menos triste.
Luego de que encarcelaron a Bartolomeo Ólmipus Desdeiré, mi esposo, padre de 8 niños, no volví a presenciar otro cuerpo de varón desnudo, esto, porque a mi esposo le soy y seré fiel hasta que el cosmos decida que en cuanto a mí concierne, sea feliz.
No hubo más abrazos desesperados, ya no nos pudimos abrazar el corazón. Era aterrante el abrazo de tres que me acompaña desde ese oscuro día en la cárcel de Puajní; él, la reja y yo.
Hay días en los que la coincidencia se muestra como la mejor compañera de travesuras de ácida piel, días en los que decir gracias no basta y en los que un te quiero no quiere significar más que un solamente te amaré desde mis adentros. Pero hay sueños como este en los que solo existe un tipo de coincidencia, la coincidencia de morir y seguir viviendo, de sonreír y no estar sintiendo.
Ayer se probó que Bartolomeo Ólmipus Desdeiré no fue el asaltante de aquella joyería. Hoy 20 de Junio del año 2010, faltando nada más que un mes para su liberación, puedo decir que he vuelto a sentir como lo hacía antes de aquel día. Siento mariposas en la panza, no tengo ganas de comer porque ya se me ha inundado el pecho de besos guardados, yo solamente espero que cuando él esté aquí, nos vivamos como ya lo hemos hecho con la mirada en ese cuarto gris que a pesar de frío, volvimos al color de carne y deseo. Y uno tome la mano del otro, en un afán de ceder-ceder, en un deseo de ganar-ganar, pero no ganar más que a nosotros mismos, y después de encontrarnos en esa discrepancia de almas gemelas, besemos heridas que ya queremos y empezamos a ignorar.
Porque una imagen desplaza a otra, un beso suyo/mío desplazará todas mis/sus heridas y con un grito en carne viva te amaré.
10.6.10
Dénle 6 días
Y de saber que el drama me consumiría, no lo hubiese vuelto a intentar.
Pero, ¿qué queda después responder con ambigüedad tantas preguntas que ahogan? ¿qué deberé sentir cada vez que los celos te separen más de mí? Yo hasta ahora me pregunto y tú hasta ahora callas.
Trátese todo entonces de esa inseguridad que abruma, a mí, a ti conmigo, a ti con nadie. Esa que me deja perpleja de vez en cuando, de cuando en qué, de mal en bien. La que me deja pensando tristemente en cuánto más me podré estresar, solo por saberte responder esta vez.
Pero, ¿qué queda después responder con ambigüedad tantas preguntas que ahogan? ¿qué deberé sentir cada vez que los celos te separen más de mí? Yo hasta ahora me pregunto y tú hasta ahora callas.
Trátese todo entonces de esa inseguridad que abruma, a mí, a ti conmigo, a ti con nadie. Esa que me deja perpleja de vez en cuando, de cuando en qué, de mal en bien. La que me deja pensando tristemente en cuánto más me podré estresar, solo por saberte responder esta vez.
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