30.6.10

Déjame vivir y morir luego

En este momento quiero escribir sobre Pertenencia. Aclaro que escribo esto con el sentimiento de no saber a dónde se pertenece y sabiendo que mi corazón es un péndulo entre ella y la calle.

Separemos pues, la infinidad de números en dos posibles conjuntos conocidos; imaginarios y reales. Nótese que toda teoría matemática ha demostrado ser transitoria y hoy el cero {0} se considera par.

Ubiquémonos (seres humanos) en los imaginarios pues desde ya, somos complejos.
Si bien polos opuestos se atraen podemos recurrir fácilmente a que en caso de que seamos nosotros {0}, es decir un número real haciendo la excepción, “k” (la constante que es invariable) no pertenece a los irracionales, ya que sabemos se halla en los naturales enteros racionales reales.
Pues promulguemos a lo más importante en forma de “k” y recurramos a ponernos en el lugar de los reales ya que así podemos advertirnos más rápido de la ecuación.

Mencioné que polos opuestos se atraen, es decir, que un número no pertenece al otro con signo inverso, en esto concluyo en que {1} no pertenece ni está incluido en {-1} y viceversa. Así podemos darnos cuenta fácilmente de que no nos pertenecemos los unos a los otros y menos aún cuando nos atraemos.

Posiblemente podamos derivar los números imaginarios o complejos en algún momento pero, ¡espera!, yo no quiero ser un corazón en deriva, entonces ¿qué hacer?
No podemos establecer razones claras ya que si hacemos una razón de cuatro a dos en cuanto a los números imaginarios, posiblemente podamos incluso hasta racionalizar y obtener una relación pero, siguen siendo imaginarios así que no perdamos tiempo ya que solo obtenemos una relación inversamente proporcional o directamente viable aunque en otro caso, atreviéndonos a simplificar valores complejos, nos quedamos con números reales con origen complejo-imaginario y esto no me parece lo mejor para el problema.

Un número imaginario no es racional, es decir, en mi opinión, tampoco es razonable ya que si pensamos en nosotros mismos, no somos razonables vistos desde un punto de vista matemático-existencialista como debe de ser en este momento.
En cuanto hallamos una ecuación con una constante “k = <-oo; oo+>” tendemos a pensar en que, como me dijo un gran amigo, esta sería la constante del amor, o sea la vida, o sea el cosmos, o sea la persona a la que se quiere y se ve como motivo de vivencia absoluta en el momento más difícil.

Pero, ¿qué hacer cuando la constante de mi vida no está respondiendo y se está viendo inmersa en el conjunto exterior a lo conocido? Pues dar impulso al péndulo hallado en mi pecho. Explíquese esto de una mejor manera, pensar en que la constante ha desaparecido y ha decidido alejarse paralelamente porque aún se piensa en el otro, que se le ha auspiciado de números inhóspitos y calcinantes con los cuales nos encontraríamos en diversos puntos críticos y quedémonos entonces con los mayores e iguales a cero, porque no hay cómo quedarnos sin nosotros, a pesar de no tenernos considerémonos igual como un punto cerrado en la recta.

No puedo concluir con esta ecuación. No puedo intentar descifrar el sentimiento de angustia y el de deseo, es por esto que nos hallé en los complejos, porque si de alguna forma podemos plantear ecuaciones, no plantearé una que no pueda ser resuelta ni por la vida misma. Quedémonos con que “k” no pertenece a {0} y “Amor” no es un conjunto vacío ya que se encuentra “k” dentro de él.

2 comentarios:

Lucía dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Lucía dijo...

¡Así por qué no habrían de gustarme las matemáticas!

"Live and let die"