29.3.09

Ahora tocaba su muerte.

Recuerdo claramente que era un día de esos en que todo se siente muy común y de costumbre. Yo estaba en la playa, era sábado y no esperaba nada, la verdad no lo sé, de repente esperaba pero tampoco sé qué. Tuve un sentimiento un poco monótono, como si me hubiera cansado de sentir lo mismo por medio segundo, y raro fue.

Al poco rato recibí una llamada, era su mamá quien me dijo: “Alejandrita, hijita, mi hijo. Bueno yo no sé, la verdad es que, sí. Tú sabes cuánto te ama, sí, porque aun te ama. Pero bueno, sí sí lo sé, estoy dando muchas vueltas pero tranquila que yo lo estoy, la verdad no, ya viste que no dejo de llorar. Él, amándote, murió hoy.”

Yo no supe qué decirle, la verdad, estaba muda. Sabía que esto pasaría pero no así de la nada sin despedirme, tan pronto, muy pronto. Fui de inmediato al hospital, me esperaba una cama vacía, una cama seca, sólo con su cuerpo, su cuerpo vanamente inmóvil. No tuve otra opción que decirle llena de rabia “tú siempre vas a estar conmigo, lo prometiste”.

Me puse a llorar de una manera desenfrenada, no tenía fin, la razón de mi vida había muerto y pensaba esto porque yo estaba ciega, probablemente aún lo siga. No hice más que tocar su frío cuerpo, su sangre ya no hervía al tocarme y eso era muy triste, su piel no tenía el color de nuestra carne, estaba pálida, quizás como este papel, estaba todo oxidado, nunca más se iba a mover y yo aún no me daba cuenta de eso.

Yo ya reaccionaba, pero mi corazón seguía desmayado, y es que aún no aceptaba que su perfecto complemento se hubiese ido. Era tarde, ya como las doce y nos pidieron llevar el cuerpo a la sala en donde se alistaría para ser llevado al velatorio. Yo juro que no quería soltarlo, no podía dejarlo ir, era el templo en donde yo vivía, era mío porque siempre lo fue y aún así me había dejado.

Luché por que no se lo llevaran pero una vez más, la razón ganó. Él se fue para no volver, lo cambiaron y alistaron, lo peinaron como a mí me gustaba hacerlo, le abotonaron los botones de abajo hacia arriba como a él le gustaba y así fue, terminaron. Nos separaron por completo.
Un vidrio me separaba de él en ese cajón, más que un vidrio era toda una vida, aún extrañaba sus palabras y tan solo necesitaba un TE AMO suyo pero no lo obtuve porque ya su boca estaba seca y yo sólo lo quería besar. Fue así como pasaron los días y encontré su amor mas cerca de mí que nunca.

Hoy él me habla porque yo lo sueño y esto pasa todas las noches, es así que me cuenta que está bien, dice que quiere verme feliz con un hombre bueno pero no entiende que aún no puedo olvidarlo, es normal, dice que se encargará.


25.3.09

Es una crónica pero pudiste llamarla experiencia onírica Alejandra.

Eran las 11 de la mañana un buen jueves de verano.
Él se había quedado con mis llaves porque en fin, las dejé en su casa creo que no hay mas que explicar.

Yo estaba durmiendo, estaba sola ese día y la casa toda oscura con las cortinas cerradas.
De pronto medio dormida sentí un ruido, pensé que había sido mi perra y no me percaté de nada, él había entrado muy silencioso.

Luego de un momento sentí que alguien me abrazaba, sentía el calor de sus manos que se deslizaban como la seda en la piel de un bebé, su grotesca respiración, la vibra de todos esos sentimientos de pasión que tenía dentro, yo los sentí.
Ese día me enteré de que en verdad si me amaba.
Yo navegaba en su mar de instintos, de furia y rabia al no poder tenerme y contemplarme en la totalidad infinita que comprende el cuerpo.

Pero lo miré ya despierta y supe quién era, era lo que por mucho tiempo había amado y anhelado, eran sus besos lo que quería así que me precipité a lo prohibido, a beber de su sed.
Nos enredamos en la pasión eterna, nos envolvimos uno al otro en el mismo paño de lágrimas, el que acompañaba todos nuestros movimientos, juntos, abiertos y expuestos de par en par.
No había hora en que la situación terminara, disfrutábamos tanto estar cuerpo a cuerpo que no necesitábamos respirar para estar vivos porque desde ya, vivíamos de nuestra presencia y el amor que se desprendía de nuestra piel.

Sentí toda mi vida pasar por delante, y no era otro sentimiento mas que la perdición a la que me llevó con su absoluta locura, la que me hacia delirar en versos, no era poético.
Fue su pecho sobre el mío el que dijo que nos volveríamos a ver, quizás dentro de mucho pero lo haríamos y comprenderíamos que valdría la pena seguir viviendo para experimentarnos el uno al otro todas las veces que fuera necesario para así encontrar nuestra esencia cuando la perdiésemos de vista.

Durante ese momento fuimos llamados pobres por el viento, pobres porque teníamos hambre y sed. Hambre uno del otro pero ya sabíamos que era inacabable solo el devorarnos por completo podría habernos satisfecho pero no habríamos seguido viviendo el uno sin el otro. Era sed de su sangre, sed de sentirla hervir junto a , de recibir el vapor de su cuerpo sobre el mío y penetrarlo, de aferrarme a su instinto una vez más, humano y animal.

Fueron sus besos y los míos los que nos calmaron, fueron el sello de la correspondencia que nos habríamos enviado, fue el candado de la celda de ningún encarcelado.
Pasó el tiempo de largo y junto a esta experiencia y extasiados por el deseo de volver a empezar a amarnos, dulce y tristemente, dormimos.

Luego, mi perra empezó a ladrar, desperté y estaba sola, mas sola que nunca.
Buscando por toda la casa me di cuenta de que él ya no estaba, se había ido su calor, había desaparecido su locura, su sed de amarme y tenerme dentro de él, pero seguía dentro de mí, y al levantarme me percaté de que era hora de llenarme de fuerza, era hora de llenarme de valor, eran las 11 de la mañana.

6.3.09

Puede que.

Sí, puede que mañana sea el último,
quizás hoy, quizás pasado
pero ayer nunca.

Digo que ayer nunca porque ayer nunca lo fue, quizás me habría demorado más en decir que hoy es tarde pero ya era tarde desde hace bastante tiempo. No sabría que decir si en este momento me preguntaran si ya es tarde para ser yo porque creo que también lo soy hace tiempo y entonces puedo creer que nunca fue tarde, mas hoy lo es.

A veces pena me da el mundo de ver que cada vez se duerme más, que cada vez quedan más sustancias finitas, que no necesitan una de la otra dejando a la infinita de lado, dejando a su único Dios.

Ese acontecimiento me chocó mucho quizás porque era una de las pocas veces que lo asimilé tanto, no creo que haya sido la persona, mas bien el hecho y el hecho sobre la persona, terminando ser ella.

A rastras supongo que nadie tiene la vida comprada, muy escondida me atrevo a decir que cualquier día se nos va de las manos, y esta vez a todos, aun lo dudo y me someto y someto a todos a refutarlo, pero entonces no sé que seguridad me queda.

Y así encadeno al mundo a la duda, quizá a aceptarla como tal o a querer descubrir la verdad solo digo que en lo efímero del tiempo la verdad se sabrá y serán contentados con haber tenido la duda bastante bastante tiempo.

Salmo 139

Señor, tú me sondeas y me conoces,
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.
Antes que la palabra esté en mi lengua,
tú, Señor, la conoces plenamente;
me rodeas por detrás y por delante
y tienes puesta tu mano sobre mí;
una ciencia tan admirable me sobrepasa:
es tan alta que no puedo alcanzarla.

¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu?
¿A dónde huiré de tu presencia?

Si subo al cielo, allí estás tú;
si me tiendo en el Abismo, estás presente.
Si tomara las alas de la aurora
y fuera a habitar en los confines del mar,
también allí me llevaría tu mano
y me sostendría tu derecha.

Si dijera: "¡Que me cubran las tinieblas
y la luz sea como la noche a mi alrededor!",
las tinieblas no serían oscuras para ti
y la noche sería clara como el día.

Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras!
Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra.

Tus ojos ya veían mis acciones,
todas ellas estaban en tu Libro;
mis días estaban escritos y señalados,
antes que uno solo de ellos existiera.

¡Qué difíciles son para mí tus designios!
¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos!

Si me pongo a contarlos,
son más que la arena;
y si terminara de hacerlo,
aún entonces seguiría a tu lado.