Recuerdo claramente que era un día de esos en que todo se siente muy común y de costumbre. Yo estaba en la playa, era sábado y no esperaba nada, la verdad no lo sé, de repente esperaba pero tampoco sé qué. Tuve un sentimiento un poco monótono, como si me hubiera cansado de sentir lo mismo por medio segundo, y raro fue.
Al poco rato recibí una llamada, era su mamá quien me dijo: “Alejandrita, hijita, mi hijo. Bueno yo no sé, la verdad es que, sí. Tú sabes cuánto te ama, sí, porque aun te ama. Pero bueno, sí sí lo sé, estoy dando muchas vueltas pero tranquila que yo lo estoy, la verdad no, ya viste que no dejo de llorar. Él, amándote, murió hoy.”
Yo no supe qué decirle, la verdad, estaba muda. Sabía que esto pasaría pero no así de la nada sin despedirme, tan pronto, muy pronto. Fui de inmediato al hospital, me esperaba una cama vacía, una cama seca, sólo con su cuerpo, su cuerpo vanamente inmóvil. No tuve otra opción que decirle llena de rabia “tú siempre vas a estar conmigo, lo prometiste”.
Me puse a llorar de una manera desenfrenada, no tenía fin, la razón de mi vida había muerto y pensaba esto porque yo estaba ciega, probablemente aún lo siga. No hice más que tocar su frío cuerpo, su sangre ya no hervía al tocarme y eso era muy triste, su piel no tenía el color de nuestra carne, estaba pálida, quizás como este papel, estaba todo oxidado, nunca más se iba a mover y yo aún no me daba cuenta de eso.
Yo ya reaccionaba, pero mi corazón seguía desmayado, y es que aún no aceptaba que su perfecto complemento se hubiese ido. Era tarde, ya como las doce y nos pidieron llevar el cuerpo a la sala en donde se alistaría para ser llevado al velatorio. Yo juro que no quería soltarlo, no podía dejarlo ir, era el templo en donde yo vivía, era mío porque siempre lo fue y aún así me había dejado.
Luché por que no se lo llevaran pero una vez más, la razón ganó. Él se fue para no volver, lo cambiaron y alistaron, lo peinaron como a mí me gustaba hacerlo, le abotonaron los botones de abajo hacia arriba como a él le gustaba y así fue, terminaron. Nos separaron por completo.
Un vidrio me separaba de él en ese cajón, más que un vidrio era toda una vida, aún extrañaba sus palabras y tan solo necesitaba un TE AMO suyo pero no lo obtuve porque ya su boca estaba seca y yo sólo lo quería besar. Fue así como pasaron los días y encontré su amor mas cerca de mí que nunca.
Hoy él me habla porque yo lo sueño y esto pasa todas las noches, es así que me cuenta que está bien, dice que quiere verme feliz con un hombre bueno pero no entiende que aún no puedo olvidarlo, es normal, dice que se encargará.
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